Decía Helen Keller:
“No quiero la paz que sobrepasa todo el entendimiento. Quiero el entendimiento que da paz”
Vivimos en una sociedad cambiante, donde la mayoría de las personas cambiarán de trabajo, de domicilio, de ciudad, de redes sociales y profesionales, de pareja…pero existe todavía algo que no puede cambiar: la persona que un día elegimos como padre o madre para formar una familia permanecerá hasta el final de nuestros días mientras tengamos hijos en común.
A veces, no somos conscientes de la transcendencia del vínculo que nos une como padre y madre.
Los procesos de divorcio son complicados en tanto en cuanto, nos sumergen en una bipolaridad legal y emocional.
A nivel jurídico el vínculo como padres no se rompe, el libro de familia no desaparece ni se duplica, las responsabilidades parentales continúan y la patria potestad (salvo casos excepcionales) se mantiene conjunta, esto es, todas aquellas decisiones que tengan que ver con la salud, la educación y el bienestar de los hijos deberán ser consensuadas por ambos padres.
A nivel emocional atravesamos inevitablemente un duelo, un duelo que nos sumerge en una noria de emociones necesarias para poder superar la pérdida no sólo de la pareja, marido o esposa, también del proyecto común, de las expectativas creadas, de familiares compartidos, amigos, economía, bienes … y en definitiva,un sinfín de duros momentos que hacen del divorcio, una de las etapas más dolorosas y complicadas de la vida.
Millard Fuller mencionaba que “cuando sientes un dolor tremendo, necesitas fijarte un mayor objetivo en la vida”.
Inevitablemente las rupturas nos cambian. Ya nunca se vuelve a ser el mismo.
Podemos hacer dos cosas:
“Optar por el entendimiento” como camino hacia la paz, que nos permita cerrar el proceso del mejor modo y poder continuar con nuestra vida.
"Optar por el no entendimiento” un camino que entorpecerá sin ninguna duda nuestro crecimiento personal y que marcará negativamente futuras relaciones y sobre todo, la vida de los hijos comunes.
“Las relaciones que no terminan pacíficamente en realidad no acaban”
Merrit Malloy
Ilustración Ana Santos