En un momento tan importante en nuestras vidas, como lo es la separación de una pareja, ponemos en marcha un proceso en el que el entendimiento y los acuerdos se convierten en objetivos de vida, y al mismo tiempo en algunos casos, lo vemos como la solución para no tener que llegar a ellos, siendo justo lo contrario.
Por otro lado, los padres que más ventaja llevan (esos que ya han acompañado a sus hijos en la adolescencia), podrían hablarnos de la importancia de mostrarse en el “mismo equipo” a la hora de acompañar a sus hijos durante esos años tan especiales en los que, de forma a veces más difícil, otras menos, consiguen crear su propia identidad como adultos.
Adolescencia. Sólo con oír esta palabra nos vienen a la cabeza multitud de ideas: discusión, cambio, desajuste, desorden…
¿Qué ocurre cuando a esto le sumamos un proceso como la separación?
Nuestra vida se nutre de diferentes etapas del ciclo vital: Formación de la pareja, nacimiento del primer hijo, inicio en la etapa escolar, hijos adolescentes e hijos adultos.
Etapas que no se inician al terminar la otra, sino que siguen a la vez que las demás y se solapan. A cada una de estas etapas, les asociamos unas “tareas” (podríamos por ejemplo, hablar de la importante tarea de formar el “nosotros” que llevamos a cabo durante la etapa de formación de la pareja).
Existen así una serie de tareas a nivel familiar que podríamos resumir en negociar el poder, el control y la autonomía de los hijos en relación con sus padres y el respeto de los tiempos familiares (de los cambios sobre todo), todo esto, manteniendo y fomentando el acompañamiento en lo afectivo desde un lugar diferente a cuando eran niños… ¿Suena difícil no? A esto le sumaríamos una tarea más: despedirnos de nuestro sistema familiar anterior, y hacer frente a las exigencias del cambio que supone una separación: la nueva definición de nuestra familia.
Hace unas semanas durante una sesión en la que unos padres, desesperados ante la falta de entendimiento entre ellos y a la vez con su hijo de 15 años, discutían sobre algunas normas básicas en casa (últimamente el móvil tiene un papel protagonista). La madre en un momento dado, concluyó: “Lo mejor será que nos separemos; los quince días que estén contigo, tus normas, y los otros quince, las mías”.
"Necesitamos seguir siendo un equipo de padres aunque dejemos de ser un equipo como pareja"
Mostrarnos delante del adolescente como unión de padres nos facilita el mantenimiento de límites, nos permite relacionarnos con el adolescente como un todo parental, y le devuelve a él la seguridad que necesita sentir para poder crear su propia identidad.
Una de las personas más importantes en mi formación como Terapeuta Familiar me contaba hace tiempo que los adolescentes son expertos en “tirar la caña” y nosotros como adultos, nos tenemos que especializar en “no picar el anzuelo”. ¿Juntos? ¿Y si no estamos de acuerdo? ¿Y si yo haría las cosas de otra manera? ¿Y si yo no hubiese decidido eso? Yo aquí siempre invito a los padres a hacerse la misma pregunta: si cuando formabais una pareja, había cosas que “haríais de otra manera, pensáis de otra manera, decidiríais de forma diferente”…
¿qué os hace pensar que una separación va a cambiar eso?
El respeto, y sobre todo, transmitir al adolescente que respetamos las decisiones del otro, nos permite continuar nuestra andadura en el mismo equipo. Y de nuevo seguimos siendo ese vínculo seguro que necesita para poder “romper” y construir sus nuevos vínculos, en ese momento, tarea fundamental para el adolescente.
Nuevo sistema. Nuevas características. Nuevas formas de relacionarnos. Nuevos espacios. A veces, nuevas personas. Cambios, cambios, cambios. Crisis, crisis, crisis. Recursos y crecimiento. Palabras que van de la mano, y en las que podemos y necesitamos apoyarnos. Lo que hacíamos, ya no todo nos es útil, y todos necesitamos cambiar.
Como padres de hijos adolescentes, confiamos en la nueva definición de nuestra familia, seguimos creyendo que es un sitio seguro y entendemos el duelo que todos los miembros del sistema necesitamos hacer de ese sistema familiar perdido.
Démosle espacio a esas emociones, hablando de las nuestras, de nuestra tristeza, de nuestros miedos,… transmitiendo al adolescente el mensaje de que en casa podemos expresar lo que nos pasa, mostrándonos disponibles, en la “retaguardia”.
Ellos, en esa construcción de su yo, tomarán sus propias decisiones, sobre todo en lo emocional. Nosotros, que seguiremos siendo sus padres, seguimos ahí, porque en lo parental, siempre estaremos unidos.
"Si no puedes cambiar algo, cambia tu actitud"
Maya Angelou
¿Quién es Laura Martínez Oria?
Licenciada en Psicología, en la Universidad de Salamanca. Máster en Terapia Familiar y de Pareja. Intervención en Crisis y Trauma, en la Universidad de Salamanca. Terapeuta Familiar y de Pareja acredita por la FEATF. Vicepresidenta de la Asociación Castellano Leonesa de Terapia Familiar. Directora y ponente del curso “Introducción a la Terapia Familiar Sistémica”, en la Universidad de Burgos. Psicóloga sanitaria Psicoterapeuta en Anjana, centro de Psicología y Psicoterapia.
Actualmente vive en Madrid y atiende en consulta privada en el Centro ANJANA PSICOLOGÍA Y PSICOTERAPIA.
AVDA EUROPA NÚMERO 7, PORTAL 1 APT.29.
POZUELO DE ALARCÓN
MADRID