Llegan las vacaciones escolares y los niños están deseosos de descanso y juego, de compartir un tiempo más relajado, sin horarios, sin tanta prisa… esto permite un cambio en las relaciones con la familia, con más momentos en los que no hacer nada que es donde realmente “se hace lo esencial”: dejar paso a la creatividad, las risas, las caricias, la resolución calmada de conflictos, la expresión emocional…. sin la presión del reloj.

En el caso de las familias cuyos padres están separados, las vacaciones suponen un reto  para los progenitores, que organizan los tiempos lo mejor posible para poder disfrutar de sus hijos en función de sus necesidades, de las edades, etc..permitiendo la adaptación de todos a hacer planes solos con los niños. Esto es así sobre todo el primer verano separados, que es un periodo de asimilación y descubrimiento de las nuevas posibilidades para todos los miembros de la familia.

No perdamos de vista que es una oportunidad para los niños que, además de disfrutar de papá y mamá,  podrán disfrutar también de sus familias de origen: abuelos, abuelas, tíos y primos maternos y paternos.

Con las extensas vacaciones estivales que tienen los niños, los padres no solemos tener tanta disponibilidad y es un buen momento y, de mucha calidad, para pasar tiempo en entornos distintos con cada familia,  proporcionando así al niño la nutrición afectiva de ambos sistemas familiares.

Para el desarrollo psicológico del niño es importante  tener la posibilidad de conocer y amar sus orígenes, y permitir que los hijos y las hijas  continúen ligados, tanto al sistema materno como al paterno, enriqueciéndose con sus diferencias. Esto les facilitara su proceso de formación de identidad, tanto en la infancia como en la adolescencia.

Las vacaciones del verano al igual que el curso del río nos enseñan:

“Una sola cosa: esperar, tener paciencia, escuchar”

Hermann Hesse

AURORA SASTRE UBIERNA- PSICÓLOGA DEL EQUIPO DE SEPARACIÓN RESPONSABLE